Mira qué postal tan bonita. La vuelves a dejar en la mesa. Te centras en la persona que tienes delante, pero no sabes qué decirle. Dejas que las cosas sigan su curso. Y digamos que planificas como si improvisaras. Y al menos Malick tenía algo importante que decir en DAYS OF HEAVEN, aunque abundan los planos de gente corriendo, o las miradas en silencio. Es la película que menos me molesta de este director, y por eso no logré ver la conexión en su largamente pospuesto regreso. Me gustaba más cuando no sentía la tentación de filmar paisajes, y eso que aquí hay muchos, todos maravillosos y todos capturados por el gran Néstor Almendros. Me gustaba más cuando dejaba a los actores que se olvidaran de que son profesionales, y ensayaran gestos lejos de la gravedad. Aun así, Malick es incapaz de soslayar el aparataje bíblico, aminorar todos los mitos que pueden caber en una historia tan sencilla como ésta. Es una historia, sobre todo, acerca de la brevedad de la felicidad, y de los tributos que de ésta se desprenden. Podría haber sido más fácil, pero entonces no hablaríamos de sufrimiento, ni de pérdida, ni de huidas. Es una extraña película, muy bonita, y a lo mejor es verdad que anticipaba, ya por 1978, un cine contemporáneo; pero también es verdad que defender ese tipo de cine ha llevado a muchos equívocos, a un lado y al otro.
Saludos.
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