Como si fuese una especie de aviso, un mensaje subliminal implícito en una narración convencional, los últimos trabajos de Jim Jarmusch (muy especialmente los suyos) daban cuenta de un cierto "estado de las cosas", al menos en cuanto al tema cultural se refiere. Sin ser del todo pesimista, Jarmusch daba algunas importantes batallas por perdidas, al tiempo que invitaba a otros contemporáneos suyos a reordenar de alguna manera lo que hemos ido entendiendo como narración convencional; lo que en una pose indisimulada sería "posmodernidad", pero hoy adquiere otro sentido menos holístico. No me extraña que Steven Soderbergh haya optado por un camino similar, y NO SUDDEN MOVE da un paso más allá en la construcción de una narrativa, desde un supuesto modelo clásico. Por un lado, nunca esconde su naturaleza de cine negro a la vieja usanza, pero siempre parece que estemos ante otra cosa, como si se fuera a derribar la cuarta pared en cualquier momento. La pareja formada por Don Cheadle y Benicio del Toro (absolutamente geniales los dos) oficia de maestro de ceremonias de una trama nunca del todo clara, en la que sólo intuimos que todos persiguen algo (el mcguffin como recurso indispensable), que están dispuestos a engañarse hasta las últimas consecuencias, y que creerse más listo que los demás es un error fatal. El diabólico guion de Ed Solomon gira como una peonza, arrastrando a sus personajes y conduciéndolos hasta un desenlace, no ya metafísico, sino directamente deudor de la derrota absurda beckettiana, hasta desecar y depurar lo que tan artificioso parecía, y llevando a cada elemento hasta un punto que el espectador identifica inmediatamente con la casilla de salida. No se trata ya del "giro por el giro", sino de que el giro implique apenas moverse, incluso quedarse quieto, aunque Soderbergh fluye en una de sus mejores películas recientes, sin caer en el estatismo.
Muy muy recomendable.
Saludos.
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