El tema del vampirismo, siempre tan recurrente, le sirvió al ínclito Larry Fessenden (un tipo instalado en los márgenes de la discordia) para realizar, hace ahora unos 25 años, la que sigue siendo su mejor película. A mitad de camino del terror enfermizo y el indie salvaje, HABIT se desliza por la autodestructiva circunstancia de Sam, que acaba de perder a su padre, perder a su novia, y cuya vida transcurre entre interminables noches de alcohol y una sorna que no esconde sus debilidades. Una noche conoce a Ana, enigmática y atrayente, y su vida no vuelve a ser la misma. Se trata de un film ciertamente extraño, que se intuye rodado con escasez de medios, pero que tiene mucho cuidado, pese a sus muchas irregularidades, de establecer un relato coherente y serio. Sí, es una película sobre vampiros, de cómo se van adueñando de tu voluntad y te convierten prácticamente en su esclavo; pero también veo un inesperado reverso, al mostrar a un protagonista hundido y desorientado, y que sólo parece encontrar su rumbo al caer en las redes de un monstruo, que quizá sólo pretenda salvarlo con sus medios. Es una película rugosa, incómoda, en el límite de lo amateur, pero con momentos muy interesantes, aun adoleciendo de un ritmo que se puede hacer farragoso. El desenlace, igual de curioso, deja al espectador con dicha incógnita, y sin saber si esta "relación" era tóxica o la única salida era abandonarse a ella. Fessenden (una especie de cruce entre Nick Cave y Jack Nicholson) sigue rodando a día de hoy, pero no ha tenido un momento tan inspirado como el de esta película de súper culto.
Saludos.
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