Es un cine, el de Aleksei Balabanov, en constante tensión entre la extrema sensibilidad formal y el caos de su discurso. El director ruso, que dejó un buen puñado de títulos antes de fallecer prematuramente en 2013, sigue siendo objeto de estudio y análisis, y sus composiciones, aun inscritas en cierta tradición del cine soviético, pugna por derribar fronteras y crearse sus propias reglas. PRO URODOV I LYUDEY (DE MONSTRUOS Y HOMBRES), de 1998, nos sumergía en una historia repleta de hipocresía y amoralidad. Por un lado, se nos presenta a dos familias burguesas, aparentemente normales, pero en las que se infiltrarán sigilosamente tres individuos con intenciones no del todo claras. Una está formada por una joven infelizmente casada con un hombre mucho mayor; la otra, por un médico, su esposa (una profesora de piano ciega) y sus hijos siameses, que se presumen adoptados. Sea mediante la seducción o el puro chantaje, dos de estos personajes colonizan la mente de ambas mujeres, hasta el punto de utilizarlas en sesiones fotográficas desnudas, y posteriormente para que el tercero (un joven estudiante del recién nacido cine) las filme en siniestros cortometrajes cercanos a una especie de soft BDSM, con el fin de proyectarlos a grupos reducidos de hombres. Balabanov demuestra una poesía visual apabullante, con imágenes que parecen extraídas directamente de un tiempo pretérito, con una espectacular fotografía en sepia, obra de Sergei Astakhov, y un montaje con intertítulos que remite directamente al cine mudo. Una película, sin embargo, y sin ser nada larga, con un ritmo exasperante y no para todos los paladares.
Saludos.
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