Hay un dilema insalvable para algunos directores, un escollo invaluable, escondido tras algunas buenas intenciones, y que se convierte en una especie de hongo creciente que se va adueñando de las imágenes, despojándolas de su propia entidad. Me pasó exactamente lo mismo en el otro film que vi de Azazel Jacobs, THE LOVERS. Podía rastrear a multitud de otros directores, pero no veía las referencias ni los homenajes, tan sólo el esfuerzo infructuoso por resultar original. FRENCH EXIT es más de lo mismo, e incluso peor, porque la ambición es exponencial, y lo que intuimos es a un obediente estudioso u observador, un "aspirante" a autoincluirse en el olimpo especular de los autores. Los autores y sus cosas, qué bonito. La lástima es que siempre hay que mutilar algo de confort para ello; renunciar, inmolarse, aderezar la sopa con ingredientes ásperos pero honestos. Hay quien dice que Patrick Dewitt es uno de los grandes novelistas actuales; puede ser, pero no tiene ni pajolera idea sobre adaptar un texto (ni siquiera uno suyo) a la pantalla. Su guion queda cojitranco, sin ritmo ni tensión, pero lo realmente reprobable es asistir a la retahíla de "momentos robados". Desde Woody Allen a Wes Anderson, pero sin la mordacidad del primero ni la superconstrucción de personajes del segundo. Hay más, pero no vale la pena seguir, porque habrá quien me señale el esforzado trabajo de Michelle Pfeiffer, dando vida a una gélida dama de la alta sociedad neoyorquina que se arruina e inicia una huida hacia delante, junto a su hijo (Lucas Hedges, copiando a Jesse Eisenberg ¿?) a un París que parece una fotocopia de Manhattan. Demasiados facsímiles para lo que parece poco más que un tibio ajuste de cuentas con una mala conciencia que me resulta difícil de encuadrar.
Saludos.
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