viernes, 29 de mayo de 2020
Una balanza sin contrapeso
Me lancé a ver la segunda parte de una serie cuya primera me gustó mucho. El resultado, sin ser desalentador, confirma el gran problema de tantas y tantas producciones actuales. THE TERROR: INFAMY tiene un error ocultado por otro mayor, lo que no deja de ser curioso, aunque francamente, todo es curioso en esta producción de la AMC. El error oculto es que no tiene nada que ver con la anterior, ni en fondo, ni en forma, ni en nada; no es algo terrible, pero se agradecería que pudiésemos identificar algo entre ambas. El problema no reside ahí, sino en que nunca estamos seguros de qué se nos está contando exactamente. Partiendo de las vivencias de muchos de los refugiados japoneses, que fueron internados en campos de concentración en Estados Unidos y Canadá en mitad de la WWII, se nota que hay un gran interés en subrayar la anómala situación de familias enteras, obligadas a esperar un destino incierto en un lugar deshumanizado. Ahora bien, el cliffhanger principal no es éste, sino la introducción de un elemento sobrenatural (los yurei: especie de espíritus malignos, de naturaleza bastante insidiosa), que en lugar de acaparar la explicación total, lo que hace es trivializar el hecho histórico, con una amalgama de dimes y diretes dinásticos que son francamente cansinos, y que dejan esta segunda temporada como una extraña anomalía (si me permiten la expresión). Por un lado, los actores, la ambientación, la fotografía, el ritmo, todo encaja y es más que notable. Pero, entre ustedes y yo... ¿De qué carajo nos estaban hablando?...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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