miércoles, 13 de mayo de 2020

El pez ahogado



Con dos partes tan diferenciadas como descompensadas, Claude Chabrol volvía a adaptar a Georges Simenon, esta vez con la historia de una personalidad tan irresistible como detestable, por momentos transparente y seguidamente opaca. BETTY gana enteros en su primera mitad, mientras intentamos descifrar el enigma tras la joven que va de bar en bar, dejándose invitar por el primer hombre que se le acerque, y llegando hasta la inconsciencia etílica. Su llegada a un recóndito bar despierta la compasión de una mujer madura, que la lleva hasta el hotel donde se aloja, mientras su agradecida "nueva amiga" le desgrana poco a poco su retorcida vida, en la que pasó de ser una ingenua estudiante a casarse con un joven ricachón, y acabar divorciada y desposeída de sus propios hijos, tras ser sorprendida con un "simple" saxofonista. Hasta ahí es puro Simenon, con una trama apasionante a medida que más turbia se va tornando, pero que se banaliza en exceso una vez ya lo sabemos todo de esta "Betty", y ya sólo queda esperar un giro definitivo que curiosamente nunca termina de llegar. El punto fuerte, sin duda, está en sus dos protagonistas femeninas, Stéphane Audran, enternecedora y contenida como la mujer que se compadece de una Marie Trintignant que borda a la protagonista, en un registro rico en matices, capaz de pasar de la sumisión a la dominación, de la ingenuidad a la perfidia. Trintignant, hija del mítico actor, que tuvo una vida corta y trágica, está perfecta dando vida a esta mujer que parece estar solamente cómoda en el zarandeo constante, e inquieta en una seguridad burguesa que no la representa ni conforta.
Una película muy interesante, pero demasiado irregular para ser una cúspide de su autor.
Saludos.

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