viernes, 1 de mayo de 2020
Ninguna parte para morir
Tenía ganas de hincarle el diente a WARLOCK, prácticamente desde que leí la magnífica novela de Oakley Hall, además de servirme para reparar una incomprensible injusticia con el gran Edward Dmytryk, que aún no había aparecido por estas páginas ¡en 12 años de vida! Como más vale tarde que nunca, creo que es una buena oportunidad para recuperar uno de los primeros westerns crepusculares, entendiendo dicho término como la total subversión de las reglas del género para rubricar un camino que termina, e indicar por dónde hay que continuar. Aquí, ni los malos son tan malos, ni los buenos tan buenos, ni las chicas tan ingenuas. Ni tampoco hay héroes, o al menos los típicos tontos dispuestos a arriesgar el pellejo por causas vanas; apenas por bolsas inconcretas, o puede que por un hastío que se va acrecentando a medida que absolutamente todos los personajes parecen embotados, como si miraran al autor de reojo para que termine la función. Hay muchos tópicos, pero ninguno va por donde debería: el malo son muchos, y apenas se ve un jefe, y tampoco son tan malos, casi un grupo de paletos que va de vez en cuando a esa ciudad fantasma a pasarlo bien; el "Warlock" del título, que merecería ser introducido con mayor detalle, dado el carácter especulador y cobarde de sus habitantes. El bueno es peor que los malos (granítico Henry Fonda), pero a lo mejor le viene bien asentar el culo fuera del polvo y buscar una mujer que le haga el desayuno; un hombre "con pistolas de oro", pero que tampoco es uno de esos solitarios recalcitrantes, sino que se hace acompañar de un cojo (Anthony Quinn pletórico), con sus mismas intenciones, pero con más secretos arrastrados. Y ese hombre es contratado como comisario, aun siendo un pistolero "fuera de la ley", porque hay que echar a "los malos", porque es intolerable que la gente "de bien" no pueda hacer "sus negocios" con tranquilidad. Y ya van demasiadas comillas, porque a lo mejor de eso va esta obra maestra, de señalar a los acusadores, sin héroes, pero aceptando las trampas...
Saludos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario