lunes, 13 de abril de 2020
La información esquilmada
La gran sorpresa de los Goya, junto a, por supuesto, EL HOYO, fue otro debut, el de la catalana Belén Funes, alumna aventajada (otra más) de la ESCAC, que con LA HIJA DE UN LADRÓN ingresa directamente en la ya importante nómina de jóvenes realizadores, en busca de un necesario zarpazo al lenguaje cinematográfico más convencional. Mezcla de Akerman y los Dardenne, de un realismo social crudo y una flotante poesía de lo empobrecido, la directora y guionista se zambulle en la enigmática presencia y circunstancia de Sara (personaje ya presente en su primer corto, SARA A LA FUGA), una poderosa Greta Fernández, con el doble reto de dar réplica a un descomunal Eduard Fernández, no sólo al actor, sino al que es su padre en la vida real. Funes no explicita casi nada, prefiere abandonarse en largos planos de enorme riesgo formal, con la siempre difícil complicidad de unos actores que soportan el primer plano con honestidad, aunque se echa de menos algo más de pulimento en los diálogos, a los que no les basta el desaliño para ser creíbles. LA HIJA DE UN LADRÓN no es un drama bigger than life, sino un humilde acercamiento a esos millones de "invisibles", los que no copan ninguna gran estadística, sino que simplemente constatan que el estado del bienestar se construye sobre el lomo de tantas y tantas Saras. Y sin levantar la voz...
El plano final, su frase entrecortada, es uno de los momentos con más verdad de todo el cine español reciente.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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