miércoles, 18 de diciembre de 2019

La vida en una opereta



A Chabrol, lo que siempre le ha costado es el tono, atemperarlo para no irse por las ramas, intensificarlo para no caer en el sopor. Sus mejores películas son las que con más acierto han acompasado estos dos extremos, pero LA RUPTURE no está entre ellas. Se trata de otro thriller doméstico, abierto con una brusquedad casi de índole expresionista, y que luego se hunde en una rutinaria placidez que sólo salva una superlativa Stéphane Audran, en uno de sus mejores papeles. Ella es una madre coraje que huye del hogar conyugal tras la brutal agresión que sufre a manos de su marido, y tras el que su hijo queda internado en un hospital en estado grave. Sin decidirse muy bien por dónde tirar, Chabrol propone la odisea vital de esta mujer, que se ve obligada a rehacer su vida, sin sospechar que sus suegros, unos millonarios sin escrúpulos, están decididos a dejarla en la miseria y arrebatarle al niño. De repente, el marido ya no existe, el niño es una figura invisible en un hospital que no vemos, y todo se centra alrededor de los zarandeos de esta mujer, acechada por un tipo sin escrúpulos que ha contratado el suegro, y rodeada de una caterva de incompetentes, que van desde la casera y su cohorte de "viejas del visillo", un abogado que la adula sin ayudarla, o un doctor que le tira los tejos sin darle noticias relevantes de su hijo. En fin, una película que ve sin agobios, aunque se hace algo larga, y que a la excepcional Audran suma la siempre estimulante presencia de Jean-Pierre Cassel, en un registro alejado de sus seductores galanes.
Normalita.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!