lunes, 16 de diciembre de 2019
Terremotos del alma
No es ninguna tontería afirmar que Pema Tseden se encuentra entre los nombres más relevantes del cino chino reciente. Su cine es de una depuración extrema, pero lo es aún más la simplicidad y compromiso con cada historia que quiere contar, aunque todos sus films giran en torno a un tema común: la progresiva decadencia de la sociedad tibetana. En este sentido, THARLO es una obra maestra indiscutible, y un exponente deslumbrante de inducción sin subterfugios narrativos. Este demoledor film se abre con el largo recitado de un casposo panfleto maoísta a cargo de Tharlo, un humilde pastor de ovejas. Se lo recita al jefe de policía a petición suya, ya que admira la prodigiosa memoria del pastor, justo antes de proceder a hacerle su primer carnet de identidad, lo que ya es una declaración de intenciones. Sin embargo, Tharlo no tiene foto, por lo que debe acudir a un fotógrafo. Pero el fotógrafo, ante el aspecto desaliñado del pastor, le pide que vaya a una peluquería a lavarse su largo pelo. Y en la peluquería, la joven que le atiende lo invita esa noche a ir a un karaoke. Sin saberlo, Tharlo está ante lo que es, sin paños calientes, su paso a la autodestrucción. Pema Tseden filma con calma y rigurosidad esta pequeña pero importantísima odisea, devenida caída en desgracia, con la extraordinaria interpretación de Shide Nyima, que borda su papel, cuando en realidad es un famoso presentador en la televisión tibetana. Una especie de alegoría sin género, con la que puedes reír, llorar o temblar de pavor; con la que puedes rastrear a Murnau y a Rossellini, a Dostoievski y a Kafka. Una película tan diferente a la norma, que cuesta creer que ese trozo de un lugar tan remoto como el Tibet sea tan cercano a todo lo que conocemos.
Obra maestra absoluta.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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