viernes, 6 de diciembre de 2019

Ríos de tinta #3



Y cerraremos con Tennessee Williams, no hoy, sino mañana, en una sesión doble que hoy representa una extraordinaria película titulada SWEET BIRD OF YOUTH. Y de nuevo Paul Newman... ¿qué quieren que les diga? Deben ser casuales las similitudes con el film que inició este minirrepaso, pero el tema es recurrente, aunque con diversos matices. Él es un tipo que se marchó de su pueblo para probar fortuna, y ahora vuelve con una antigua estrella, alcoholizada en el asiento de atrás de un polvoriento Cadillac descapotable. Allí le esperan todos y cada uno de los fantasmas que, por mucho que lo intentase, nunca pudo dejar atrás. Tras la imponente figura del cínico y destructivo gobernador (por llamarlo de alguna manera), queda la frágil muchacha con la que soñó casarse, y a la que ahora recuerda con una mezcla de desaire y condescendencia. Sin embargo, el odio que le profesa el gobernador y padre de la joven (un demoníaco Ed Begley) le lleva a descubrir el terrible secreto por el que su familia estaría dispuesta a acabar con él. La elaboradísima dicotomía entre ese pueblo, hostil y hospitalario a partes iguales, y la habitación del hotel, en la que la estrella de cine (soberbia Geraldine Page) despierta de un sueño etílico entre pesadillas y alucinaciones, es una maravilla de composición narrativa y uno de los máximos exponentes del dominio del stage de un Richard Brooks al que siempre intento reivindicar desde estas páginas.
Un título inolvidable, de los que hacen época, y por supuesto una de las mejores adaptaciones literarias de todos los tiempos, con uno de los finales más orgiásticos que yo recuerdo.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!