Con todo el interés que suscitan las historias de fantasmas, las correspondencias y simbolismos entre el mundo de los vivos y el de los muertos, la tendencia predominante consiste en el típico relatillo de susto fácil, que proviene de la necesidad decimonónica de aderezar la reflexión con algún condimento más comercial. Películas de fantasmas ha habido muchas, pero pocas realmente valiosas, y si tuviéramos que "invocar" una cúspide, siempre se me viene a la mente KWAIDAN, el apabullante film realizado pr Masaki Kobayashi hace ya sesenta años, donde reinterpretaba la revolucionaria obra del orientalista Lafcadio Hearn, que merecería un aparte por sí mismo. Dividida en cuatro historias, aunque todas son complementarias, la película indaga en la intromisión de ese "otro mundo" en la cotidianidad humana, motivo tanto de fascinación como de perdición.
En el primer segmento ("Pelo negro"), vemos a un samurái aburrido de su vida conyugal, que decide marcharse a la capital para reverdecer antiguas glorias, hasta el punto de contraer segundas nupcias con una sofisticada princesa, sólo para descubrir toda la falsedad del mundo palaciego, que lo reduce a menos de lo que era en su modesta vida anterior, por lo que decide volver junto a su primera esposa, que le acoge dulcemente, pero que oculta un terrible secreto tras una cabellera que no para de crecer...
"La mujer en la nieve" narra la deriva de dos leñadores que están a punto de perecer en una cruda tormenta de nieve, hasta que son rescatados por una extraña mujer que parece ajena a un entorno tan hostil, reclamando tan sólo una vaga promesa futura a uno de ellos. Años más tarde, el leñador ayuda a una joven que parece perdida junto a su casa; ambos se enamoran, se casan y tienen tres hijos, pero esa bella esposa, que es la envidia de las vecinas por su reticencia a envejecer, hece una revelación a su marido que le helará la sangre...
El mejor episodio de los cuatro, titulado "El hombre sin orejas", se abre con una sangrienta batalla naval, en la que todo un ejército perece, ingresando en el terreno sobrenatural. El fantasma de un gran samurái vaga eternamente con un único propósito: encontrar al mejor bardo que exista, para que componga y cante una alabanza a la gloria de su señor, evocando esa última batalla. El bardo, ciego de nacimiento, es acosado por el fantasma, hasta el punto de temer por su vida y pedir ayuda a un sacerdote, que elabora un encantamiento que lo proteja, aunque un fatal error resulta aún peor para él en una terrorífica noche...
Finalmente, "La taza de té", el segmento más breve y conciso, presenta a otro samurái que empieza a ver invariablemente el rostro de un extraño hombre en al té que toma cada mañana. Su naturaleza pragmática le lleva a buscar una respuesta racional a este suceso, pero lo que encuentra es aún más horripilante, aun siendo un simple reflejo...
Clásico por excelencia, KWAIDAN trasciende el género de terror, explosionando en una puesta en escena imaginativa y exuberante, para hablarnos de los fantasmas de la condición humana, o la incapacidad para comprendernos a nosotros mismos, refugiándonos en lo sobrenatural para bordear los abismos de todo lo que no alcanzamos a comprender. Kobayashi lo convierte en un espectáculo único y subyugante, una obra maestra del fantástico, a partir del cuál se entienden muchas de las claves que han hecho del terror nipón uno de los más singulares del mundo. Su visionado, exigente, es de los que permanecen en la retina mucho tiempo después, y por ello me permito recomendarla como experiencia sensorial absolutamente al margen del hipotenúsico festín digital que nos es impuesto actualmente.
Saludos.
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