miércoles, 25 de septiembre de 2024

Brillantez sin transición


 

A día de hoy, Ridley Scott es, a mi parecer, una figura extrañísima inserta en las cúspides de una industria cada vez menos acostumbrada a lidiar con los grandes egos creadores. Que se lo digan a Coppola, que siendo un cineasta sensiblemente superior al que nos ocupa, ya no puede comprender los biorritmos de un público que lo observa como un holograma de otro tiempo. Scott es diferente, un esteta mayúsculo, soñando con componer como Griffith, o Eisenstein, o Lean, pero dejándose la mayoría de las veces algo tan nimio como la coherencia narrativa. Scott es un grande, por derecho propio, y siempre me lo ha parecido por brindar con champagne en un todo a 100 (tenemos una edad), más que por sus dos o tres obras maestras absolutas, que siguen llenando contenidos para quienes se ganan el sustento con la paradoja del fandom irreductible. En estas, me acordé de BLACK RAIN, a la que me arrastró literalmente la fascinación producida por BLADE RUNNER, pero de la que entendí más bien poco en aquella sala de cine abarrotada (qué tiempos), donde literalmente tuve que verla desde las escaleras. Monumento a los ochenta, justo cuando los ochenta se acababan; maravillosa oda al "porque sí", donde Michael Douglas se va con Andy Garcia a Osaka, gracias a una excusa argumental que cabe en Cartoon Network, pero a Scott le sirve para erigir un bestial videoclip, infinitamente mejor que muchos de los que hoy (él incluido) se ruedan en digital, y embaucarnos con su orgía de steampunk, mullets, AOR y hasta Kate Capshaw, en uno de los romances más incómodos y grasientos de todos los tiempos. Y sin embargo, no podemos apartar la mirada de esa tenebrosa yakuza, las motos bajo los carteles en japonés o esa fijación por las persianas, los ventiladores de techo y las pantallitas con animales en bucle. Se acababa de estrenar AKIRA, teníamos quince malditos años, nuestros sueños, hibernados entre la razón y la entelequia, producen monstruos como éste años más tarde.
Ha envejecido como un señor con botox vestido de Armani...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!