Hemos hablado mucho de Roger Corman, su importancia en la industria como revolucionario al margen de los grandes estudios, o de su ojo para captar el interés del espectador y ofrecerle productos atractivos, comerciales sin pretender serlo. Sin embargo, el dicho desmiente la falsa creencia de que hay quien se siente cómodo en la precariedad; porque una cosa es el malabar económico y otra saber instruir un margen más holgado. Lo admirable de Corman en THE St. VALENTINE'S DAY MASSACRE comporta dos vertientes, una en el ámbito de producción (sólo diré 20th Century Fox), pero aún más en el creativo. Resulta que Corman también dominaba las Dolly, los planos secuencia y los montajes paralelos, y la sensación al principio del film es de mandíbula caída, de cineasta mayor, con talento y muchísimo oficio, para encarar la crónica de aquel 14 de febrero de 1929, cuando Al Capone decidió masacrar a la banda de Moran, su principal enemigo. Ahora bien, no seríamos justos si no mencionáramos el sorprendente trabajo de guion de Howard Browne, cuyo sincopado sentido cronológico nos adelanta a directores como Scorsese, Tarantino o De Palma, expandiendo magistralmente una narrativa coral y coronándola con una alucinante presentación de personajes, justo antes del final, amplificando la intriga al marcar el destino de cada uno de ellos.
Al final resultaba que Corman sabía dirigir... y con dinero.
Saludos.
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