Casi al final del film de Ridley Scott, el jefe de la yakuza le explica a un anonadado Michael Douglas cómo sobrevivió milagrosamente a la "lluvia negra" que su país le envió en la forma de una detonación que nadie esperaba. Como en una increíble coincidencia, en 1989 hubo dos films que se titulaban exactamente igual, aunque, más allá de la anécdota referida, no tienen absolutamente nada que ver. KUROI AME se abre con una secuencia asombrosa, pero casi insoportable; la bomba sobre Hiroshima, el caos, el horror en toda su crudeza. La película, sin embargo, se centra en el periplo de una familia hasta una apartada comunidad rural, donde intentarán restañar sus heridas y ensayar algo parecido a una vida normal. Mucho más sutil de lo que su cegador inicio promete, Shohei Imamura engrana un emotivo relato repleto de pesadillas, culpas y la necesidad de sobrevivir a toda costa. Las secuelas de la bomba se dejan sentir, física y emocionalmente, y en un doloroso blanco y negro, las confesiones, los pleitos y el orgullo son sistemáticamente escupidos y tragados, en base a una sociedad que necesita la naturaleza para no sentirse artificial y despojada.
Una película durísima pero cuyas imágenes se hacen presentes e intemporales.
Saludos.
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