miércoles, 22 de mayo de 2024

Hola. Te quiero ¿Cómo te llamas?


 

Posiblemente el penúltimo rockstar de la literatura, Paul Auster fue un artista antes que un escritor, un hombre con múltiples inquietudes, que trufaba su encantadora (de encantador de serpientes) prosa de retazos provenientes de la música, la arquitectura, pero sobre todo del cine. Había un cineasta en la pluma de Auster, y a sus libros, a los mejores (que no son tantos) les sentaba del carajo, implementando un impresionismo urbano que le hacía conectar incluso (o sobre todo) con un público profano en la alta literatura, lo cual es uno de los mejores méritos de cualquier escritor. Luego, es verdad que el Auster director fue un ramalazo fugaz, con menos ingenio y más ingenuidad, lo que queda plasmado en LULU ON THE BRIDGE, destartalada fábula hiperromántica, donde un Harvey Keitel menor interpretaba a un saxofonista de jazz que recibía un balazo en plena actuación, por lo que pierde un pulmón, pero gana a la chica (aquella Mira Sorvino), gracias al influjo de una misteriosa piedra. En aquel 1998 recuerdo que supuso una pequeña conmoción para quienes estábamos ávidos de voces novedosas en un fin de siglo que más allá de Europa era aburridillo. Vista hoy parece menos solemne, más inocentona, o simplemente el loable intento por llevar las claves literarias a la gran pantalla, lo que suele derivar en un desastre pedante e insoportable; no es el caso, porque es un film entretenido y con cierto aliento poético. Auster nos ha dejado, pero nos deja su obra, sus historias serpenteantes y que nos hacían encontrar lo extraordinario en nuestra cansada cotidianidad.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!