Tuve la sensación, no hace tanto tiempo, de quedarme solo al señalar la hilera de trampas sobre las que se sustenta el cine de Matthew Vaughn, tan parecido a uno de esos platos con recubrimiento dorado y marcial presentación, que en realidad oculta un mediocre resultado en boca. Afortunadamente, él solito se ha encargado de desmantelar el chiringuito con ARGYLLE, una tontería que no sólo es tonta, sino que va de lista, dura casi dos horas y media de antinarración en bucle y además se dedica a robar todas y cada una de las escenas de tantas otras películas preexistentes, escudándose en una retahíla estomagante de giros argumentales supuestamente ingeniosos, pero que entroncan casi con un cartoon involuntario. Peor aún: defenestrar un lujoso reparto en interpretaciones desganadas, o cargarse las escenas de acción en ballets ridículos con rimbombantes colorines. Como Bombay, pero sin nada de Bombay. Yo lo avisé, y las otras aún podían verse rebajando mucho el nivel de exigencia, pero esta patochada ya me parece una estafa en taquilla.
Tiene uno de los peores guiones que he visto nunca, e incluyo a Mariano Ozores.
Saludos.
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