Para aparcar el pequeño homenaje a Jaime de Armiñán, se me ocurre hacerlo con STICO, título insólito de nuestra filmografía, en la que un catedrático de derecho termina siendo literalmente el esclavo de un antiguo alumno, al tener una situación económica dramática. Estructurada claramente como una sátira alegórica, en la que la suspensión de la incedulidad deviene en una crítica hacia las convenciones sociales, asunto que no consigue la acidez que creo que busca. Fernando Fernán Gómez y Agustín González asumen el protagonismo de esta comedia negra, amarga por tramos, pero irregular en su conjunto, y que pide a gritos una revisión por lo estimulante de su estrambótica premisa. De hecho, son más interesantes los apuntes acerca de la hipocresía burguesa, atildada y falsamente imbuida de una dignidad que no es más que fachada, pero que no duda en aprovechar, cual ave de rapiña, cualquier debilidad ajena para obtener rápido beneficio. No ha envejecido todo lo bien que debiera, pero aún mantiene fresca esa mirada entre turbia, inocente y alucinada a una situación que parece irreal, pero señala los síntomas de una sociedad profundamente enferma, y ya entonces.
Saludos.
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