SHE DIES TOMORROW es una oda a la obviedad, al millón de euros sin sufrimiento, a la calaca de pírrica mirada. Bien hecha, sí, como mezclar a Woody Allen con Jonathan Glazer. Interpretada como si supieran que no iban a cobrar, como si pasaran por ahí y ya. La vocación es la de trascender, y si aún fuera una chorrada, no ahora, pero en un futuro a alguien se le ocurriría reivindicarla. Pero claro, el argumento y los recursos se superponen groseramente, chocando (resultando chocante) con ese envoltorio de mumblecore hipoatrofiado. Amy piensa que se va a morir al día siguiente, así tal cual, y se lo cuenta a una amiga mientras pimpla Chardonnay y escucha (atención) el "Réquiem" de Mozart en bucle. Entrando en la net, ya busca urnas fúnebres y pretende que un artesano la convierta en chaqueta de motero. Hasta ahí tiene su gracia, pero luego parece que hay una como epidemia de pensamientos tanatorios; ergo: la certeza de morir al día siguiente se contagia. A veces existe la tentación de tomarla en serio, y con seriedad, pero son ganas de filmar a todos los actores y actrices con la misma cara y el mismo tono, ahí ya la igualdad lo corroe todo, y nos confirma que lo societario no funciona. En fin.
Saludos.
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