Desconozco el motivo real por el que Judd Apatow ha dirigido THE KING OF STATEN ISLAND, pero si ésta va a ser su deriva puede que esté más cómodo como productor o guionista. Lo digo por la dificultad (o peor, la intrascendencia) del elemento autobiográfico, el del cómico Pete Davidson, que crea un personaje a partir de su propia vida, la de un joven que perdió a su padre (un bombero fallecido en el 11-S) con apenas siete años, y cuyo errático devenir lo convierte en una especie de nini tatuado, amante de fumar hierba e incapaz de hacer nada productivo, justo hasta que su hermana va a la universidad y su madre rehace su vida con otro hombre, curiosamente también bombero. Aunque Apatow nunca ha sido un autor de comedias al uso, extrayendo de su versatilidad entre géneros la valía de sus mejores títulos, y haciendo de ello prácticamente un sello propio, aquí se hace excesivamente acusado, profiriendo un extraño abismo que hacen que sus larguísimas dos horas y pico se separen como a la mitad, y parezcan dos films diferentes. Mientras el primero es disfrutable, con este destartalado protagonista saltando por situaciones de lo más marcianas, el intento de redención de la segunda mitad es directamente vergonzante, con todos los clichés del telefilm americano contenidos en la mirada de un director al que siempre supuse alejado de este tipo de chantajes. O resumido: Apatow incendia una historia, para aparecer después con la manguera, aunque nadie se lo hubiese pedido.
Regular tan solo.
Saludos.
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