Ahondando en la procelosa filmografía de Barbara Peeters (esto sólo se me ocurre a mí), me encuentro con que uno de sus primeros trabajos fue un infinitesimal tratado lésbico, en clave de angst femenino, que en realidad quería suponer un alegato a favor de la liberación de esas mujeres que no sabían qué diablos hacer con sus vidas mientras el marido estaba fuera trabajando. Sin embargo, THE DARK SIDE OF TOMORROW (que así se llama la cosa), iba a ser un pseudoporno financiado por un potentado israelí, David Novik, que soñaba con ser el gran pope de las salas X. En lugar de ello, Peeters, activista lésbica a su manera y forma, cambió el guion enviado por Novik y lo transformó en lo siguiente: Denise y Adria son amigas, dos amas de casa que pasan el tiempo yendo de compras y jugando a las cartas, mientras sus maridos ganan perras fuera... o lo que sea. En un momento dado, y teniendo en cuenta que estamos en la California de 1970, ambas dos descubren que el amor libre, y más concretamente el lésbico, es un antidepresivo mejor y más sano que el prozac, así que invierten sus ratos de ocio en retozos y lubricados de media tarde. Y Peeters, que no deja de tener su guasa, riza el rizo, despechando a una de ellas cuando la otra da el giro definitivo y, tras poner los cuernos al marido con la amiga, redobla las astas con un desconocido que pesca salmonetes. Así las cosas, la amiga se enfurruña y prueba en otros montes venusianos, porque los cuernos nunca duelen hasta que nos los ponen...
Almodóvar no lo hubiera hecho mejor.
Saludos.
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