IL TRADITORE es la última película (por el momento) de Marco Bellocchio, que con 80 años demuestra no haber perdido nada de su nervio creativo. El "traidor" del título es Tommaso Buscetta, la figura clave para encarcelar a casi 400 integrantes de la cosa nostra, incluido el sanguinario Totó Riina, y el práctico desmantelamiento de la oscura organización siciliana. El retrato que Bellocchio hace de este hombre es complejo y nada complaciente, mostrándolo como, sí, un traidor, necesario si se quiere, traidor a los traidores, y que queda expuesto como alguien abatido pero férreo en sus convicciones. Buscetta, que vivía en Brasil un semirretiro junto a su esposa, deseaba distanciarse de la mafia, pero la matanza organizada por Riina, que acabó con la vida, entre otros muchos, de sus dos hijos, y la extradición a la que se ve obligado, acusado de tráfico de heroína, le hacen replantearse todas sus convicciones y colaborar con el juez Falcone, entablando con éste una insólita pero verdadera amistad. La historia está ahí, y no se pueden cambiar muchas comas, incluida la posterior acusación (con los mafiosos delatados ya en la cárcel) que enarboló contra el mismísimo Giulio Andreotti, presidente de la república, y que quizá hubiese merecido algo más de tiempo en el film. Con todo, me parece una película extraordinaria, de una lobreguez tan sobreexpuesta, que casi parece cómica, aunque los hechos mostrados no son para tomárselos a risa. Bellocchio vuelve a hurgar donde más duele, donde muy pocos son capaces de exponerse; a ello contribuye decisivamente la impresionante interpretación de Pierfrancesco Favino, en cuyo rostro parece estar escrito todo lo que va a decir, incluso antes de decirlo. Son dos horas y media en las que no se puede desviar la mirada, donde cada escena lleva inevitablemente a la siguiente, adoptando unos tintes de tragedia clásica y sin regodearse en nada que no sea relevante para entender la magnitud de lo que se cuenta. Para la historia quedaran escenas magistrales, como las del extenso juicio, con los mafiosos observando a Buscetta desde las rejas a su espalda, pidiendo todos un careo con ese despreciable traidor para retractarse inmediatamente, y sólo porque alguien, al fin, se había decidido a hablar.
Obra maestra. Una más.
Saludos.
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