Crónica de (ahí va) HARRY POTTER AND THE HALF-BLOOD PRINCE. Siento la necesidad imperiosa de ser post en este post. Como liberación, sin saña, con estilo ¿Qué pinta esa cantidad ingente de chavalería en los pasillos de Hogwarts? Deambulan de aquí para allá, pero no interactúan, no importa su presencia. Los profesores sólo se dirigen constantemente a los mismos siete u ocho, como si el resto no mereciese su atención ¿Por qué no comen, pero hay esa ostentación del banquete? Bancadas inacabables, cubertería isabelina, fontachas de fruta esculpida en cerumen; pero diez minutos y todo el mundo al sobre. Ahora lo entendemos, la propia autora ha descubierto su indefendible puritanismo de mesa camilla, pero rechina ver ¡sólo! a la feminidad arrobar ojitos orgásmicos ante imberbes imperturbables. El ensalzamiento de lo heteronormativo de toda la vida, pero sin períodos que manchen ni pus occipital, porque es hidromiel insípida, nunca ale intraherrada y tropezona. Y lo peor, pero ya desde el principio, para que vean si he transigido incapacidades ¿Si todos saben que los malos son malos, porque todos gastan cara de hemorroide finisecular y aguja protogótica desde la cogota, a qué la indulgencia, vulgo imbecilidad a voz en grito?... Probablemente, tanto en literatura como en cine, esta saga sea un relleno insoslayable, pero lo inconcebible es que conmine al sesteo más mocarrero...
He dicho.
Saludos.
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