viernes, 12 de abril de 2024

El tajo donde vivir


 

UN AMOR tiene dos visionados. Uno, habiendo leído el libro, y otro sin leerlo, y no estoy seguro de sentirme afortunado por ser de los primeros. 160 páginas puede ser poco para una novela, 130 minutos demasiado para una película. Sara Mesa opta por una aceptable desecación formal, sin florituras, muy al estilo Delibes, para desentrañar un enigma que no es tal, tan sólo la aceptación como cuerpo extraño de una traductora, presumiblemente urbanita, en un pequeñísimo pueblito de La Rioja; tan pequeño que no lo es, sino que pertenece a otro más grande, capital para Mesa, intrascendente para Coixet. Coixet, a la que le conocemos los trucos, "traslada" el texto, para apropiarse del mismo inmediatamente y hacer "su película". El resultado es un film tibio, en tierra de nadie, que funciona muy bien con la novela armonizando el guiñol (no se me ocurre una palabra mejor para la puesta en escena), pero roza la ridiculez cuando la directora decide proponer (cuando no imponer) lo que ella ha entendido, y visto lo visto ha entendido poco y mal. El más difícil todavía, extender una novela cortísima en una película larguísima y que te sobre una hora entera. Los actores bien, y desaprovechados, incluso una Laia Costa que crees tener a tu lado viendo la película... De hecho, y sin tener ningún derecho a hacerlo, yo hubiese ahondado por el personaje del casero, que habría sido más perturbador y arriesgado, además de que Luis Bermejo es tan buen actor que es capaz de dominar un arquetipo tan evidente y desagradecido. Nunca lo sabremos, pero sí que la escena final es una mierda pinchada en un palo, por cursi, por inoportuna y por estar copiada sin ninguna vergüenza del final de una peli danesa en la que la gente bebía mucho...
Ay.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!