martes, 8 de febrero de 2022

Lo meta y lo matria


 

Al final va a resultar que nuestras sospechas eran ciertas, y que todo el universo MATRIX no era más que una inmensa metáfora acerca de las dudas identitarias, o mejor aún, las identidades dudosas. Y es que hay, al menos, dos películas, dos historias bullendo y pugnando en la carcasa de THE MATRIX RESURRECTIONS. Una es el espectáculo visual, seguro de sí mismo, apelando a los momentos más impactantes de la película original, que hace ya 23 años estableció muchas de las directrices imperantes en el cine de acción que se hizo a patir de ahí. Y luego hay otra cosa, más inesperada, y que emana del chispeante guion ideado por Lana Wachowski (ya desmarcada de su hermana Lilly), junto a David Mitchell y Aleksandar Hemon. Durante buena parte de su metraje, esta MATRIX se presenta consciente de sí misma, elaborando un juego de disfraces autometarreferenciales que, sin ser tan endiablado como promete, consigue algunos de los mejores momentos de una franquicia que muchos suponíamos simplemente agotada. Wachowski confronta la película consigo misma, y nos hace dudar de si la realidad que siempre supimos simulada no sería otra capa más envolviendo otra serie de niveles diferentes. Es decir, que ya ni siquiera nos sirve esa dominación de las máquinas sobre los humanos, sino que nos sumergimos hacia la conciencia del personaje como "personaje en sí". Esto podría ser de una pedantería infumable, pero se lo gra atisbar un sentido genuino, el de la crítica feroz hacia la deriva del cine comercial, únicamente ocupado en las susodichas cuotas, y relegando a los verdaderos creadores a márgenes casi funcionariales. Y más aún, Wachowski se celebra a sí misma como mujer y directora, sin caer en feminismos de cartón piedra, y sí reivindicando los lugares que quizá anteriormente no pudo (o no le dejaron desarrollar), inteligentemente integrados en una Trinity que termina siendo más interesante que un desorientado Neo. 
En definitiva, un entretenimiento de lujo, que mucha gente rechazará por su condición de poema desencantado y maduro, en una industria que exige que la carne sea fresca y los mamporros sonoros. Yo, francamente, no me la esperaba tan interesante como finalmente es.
Saludos.

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