jueves, 24 de febrero de 2022

Donde no pasan los pájaros


 

Es necesario, vital, desescombrar la narración de IL DESERTO ROSSO de lo que vemos, o lo que Antonioni elige poner ante nuestros ojos; al menos para no caer en la tentación de hablar de una "no-narración", o de un campo psicológico que se solapa febrilmente sobre el testimonio dañado de su protagonista. Es la primera vez que el director italiano utilizaba la fotografía en color, y no es ni mucho menos casual, sino que esta decisión afecta rotundamente a lo que trasciende la experiencia cinematográfica, erigiéndose como concepto filmado del desánimo e impotencia emocional. De nuevo Monica Vitti atrapada en un mundo que no comprende (y éste mucho menos), una corroída ciudad costera, neblinosa, de aire emponzoñado por los vertidos tóxicos, y que amenaza con engullirlo todo, empezando por las personalidades frágiles. Así, nos puede parecer que sólo debiéramos prestar atención a la deriva psicológica de esta mujer, que sin embargo demuestra ser la única en su entorno con algo de sentido común, y que no encuentra bondades ni virtudes en un progreso industrial que no hace más que enmascarar el culto a la infertilidad, el rechazo a lo naturalmente genuino. Es una película admirable, pero tan árida, tan hermética en sus formas, tan enroscada en su tozudez semántica, que exige del espectador una preparación previa que quizá no tenga. Lo interesante en este caso es cómo la película nos devuelve nuestro reflejo, nuestra cansada actitud de aceptar cualquier cosa que la sociedad nos presente; y, en último término, claudicar resignados que, ya que la batalla está perdida de antemano, sólo nos queda exponer nuestros miedos, en lugar de pretender, ingenuamente, paliarlos o exorcizarlos.
No es recomendable si se está pasando por algún episodio depresivo.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!