Y se murió Verónica Forqué, y una vez más me doy cuenta de la asquerosa mezquindad de según qué personas. Aunque me da igual, el recuerdo es el recuerdo, y a esta magnífica actriz siempre la llevaremos cerca, y con orgullo de haber sido uno de esos rostros imborrables durante varias décadas. Verónica Forqué hizo cosas muy importantes, como por ejemplo ganar cuatro Goyas, nada menos. Y luego decía que ni sabía dónde los tenía, o que los había regalado; y tampoco iba a las galas, porque no paraba con el teatro, que Verónica Forqué era, sobre todo, actriz de teatro. Su memoria está a salvo, en sus películas, en cómo y cuánto la hemos disfrutado, con su sonrisa entre ingenua y cautivadora, de niña grande, o de mujer chiquitita. Aunque era muy grande Verónica. Y el primer Goya lo ganó con EL AÑO DE LAS LUCES, donde Rafael Azcona se despachaba a gusto con las hipocresías y represiones de posguerra, contando la historia de Manolo, al que llevan a un sanatorio para que se cure de tuberculosis, y donde descubre que la única enfermedad es la que le provocan las mujeres que allí se va encontrando. Como un Don Juan precoz, Manolo se hace mayorcito y quiere mirar, tocar, sentir; mientras a su alrededor el día a día se dispensa entre misas, confesiones, brazos levantados y la represión impuesta como un yugo invisible, que debe horrorizar a quien simplemente siente la vida con normalidad. Era una buena película, de cuando Trueba aún tenía cine bien contado, y donde Verónica interpretaba a una pobre mujer, de la sección femenina, a la que quizá sólo le faltaba un poco de calor, aunque viniese de un muchacho aleladillo y con cara de pasmado. Y quién no hubiese querido abrazarla también...
Saludos.
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