Tampoco quiero preguntarme qué me ha hecho revisar otra vez PATHFINDER, una película que dormía el sueño de los justos en mi memoria, y de la que me acordé casi anecdóticamente una tarde de esas que yo denomino extrañas. Estamos ante un film cuyo principal calificativo sería irregular, sobre todo por el descompensado equilibrio entre su estética y su narrativa; y no porque su historia no sea interesante, sino porque Marcus Nispel (revisen su filmografía y comprenderán) no consigue la brutalidad que sería deseable, y ésta queda suspendida en una colección de postales rimbombantes y vacías. Ahora bien, como genuino blockbuster, PATHFINDER cumple sobradamente; casi dos horas de horror vacui, entre paisajes endemoniadamente recargados, personajes que apenas llegan al monosílabo y una trama que sólo tiene sentido si decidimos dejar de pensar sobre inconvenientes de coherencia, y nos embriagamos con los hachazos, mutilaciones y demás delicias. Yo la veo como una hermana muy menor (disminuida) de CONAN (remito al director nuevamente), porque es absurdamente inútil conflagrar lo que sólo puede exhibirse desde precisamente el exhibicionismo. Y, sí, habla de cómo los vikingos llegaron cinco siglos antes a lo que después sería América, aunque más que físicamente, aquí parecen viajar metafísicamente. yo me entiendo...
Perfecta para un día de resaca.
Saludos.
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