martes, 16 de junio de 2020
Matando el gusanillo
19 años llevaba Edward Norton sin ponerse tras la cámara. Tenía sus razones, MÁS QUE AMIGOS fue un fracaso total, aunque reconozcamos que tras su apacible apariencia de comedia romántica bullía un interesante esfuerzo por remover los cimientos desde los preceptos clásicos. Algo así se intuye en MOTHERLESS BROOKLYN, en la que Norton dirige, protagoniza y guioniza la estupenda novela de Jonathan Lethem, cuyo excepcional léxico se erige en obstáculo y no en soporte. Ecos de Chandler, pero también de Pynchon o, más reconocibles, Scorsese y el Polanski de CHINATOWN, sus dos horas y media transitan farragosamente por momentos fascinantes, otros aburridos, cuando no directamente intrascendentes. El gran problema es la dificultad a la hora de transmitir hacia dónde debe dirigir la mirada el fatigado espectador, abrumado por el trasiego de personajes y circunstancias, argumentaciones superpuestas o lo que parece apenas un cúmulo de despistes o callejones sin salida. Sabemos que hay una red corrupta en el ayuntamiento de New York, un oscuro grupo de matones y un asesinato justo al principio de la función (un efímero Bruce Willis), que suponemos debe ser resuelto para llegar a enterarnos de algo, pero yo acabé con la sensación de saber exactamente lo mismo al principio y al final. Es curioso, sin embargo, que lo más inteligible sea la indescifrable jerga del detective protagonista, en el papel que Norton se reserva para su lucimiento personal.
No sé, a lo mejor debería verla otra vez, pero me da una pereza infinita. Ahora bien, puede que contenga una de las mejores bandas sonoras de los últimos veinte años, no exagero.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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