miércoles, 9 de julio de 2014
Cine sin aditivos
El pejesapo es un pez feo, esquivo, lunar; una especie de despojo sin forma definida, cuya imagen es más amenazante de lo que luego pueda ser en efecto. Un sapo que nada; un pez que se pega a las piedras.
EL PEJESAPO es la primera incursión en el cine del chileno José Luis Sepúlveda. Y atentos. EL PEJESAPO es cine terrorista, cine de la incomodidad y de la violencia; cine del despojo, delos rehusados, de los que todo el mundo ve menos, ajá, los directores de cine. No me detengo en su calidad técnica, ínfima. No importa. EL PEJESAPO es mierda sobre tu brillante cerebro, para que te acuestes pensando en lo que de verdad significa estar al margen de la sociedad; los que están de verdad al margen de la sociedad nunca han escuchado a los Sex Pistols ni han leído a Palahniuk, están demasiado ocupados robándole a un niño o fumando pasta base. El pejesapo de esta historia es Daniel, que literalmente es expulsado del río, que ni para suicidarlo lo quiere, y es recogido por un viejo que lo lleva a su miserable barraca; su mujer no lo quiere allí, sabe que Daniel es, esencialmente, malo. Después de matarlos y robarles se va a la ciudad. La ciudad es un pinball; te escupe, te zarandea, te agota. Puedes hacer como los demás, buscar trabajo; el único requisito es que no digas la verdad sobre ti mismo, porque si dices la verdad, la ciudad te da una patada donde más duele. Esto no es TENIENTE CORRUPTO, ni ROMA, CIUDAD ABIERTA, ni siquiera lo acercaría al cine de Pedro Costa. EL PEJESAPO es cine, porque una cámara registra el impulso creador de un director, pero nos costaría reconocerlo en otras cinematografías. Es, acaso, una verdad (ésta sí) absolutamente incómoda.
Búsquenla, véanla, maten por ella...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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