martes, 8 de julio de 2014

Corrector político



Al igual que ocurrió hace unos años en Argentina, el cine rumano supuso una especie de milagro, la consecución de multitud de títulos realizados en ínfimas condiciones de producción con una notable repercusión en los festivales más importantes de medio mundo. Hay cuatro o cinco nombres fundamentales para entender el porqué de tamaño fenómeno, pero el que más me ha llegado a mí ha sido, sin lugar a dudas, Corneliu Porumboiu, autor de dos auténticas joyas, que de haber sido realizadas en otro país hoy serían obras revolucionarias, como 12:08 AL ESTE DE BUCAREST y, sobre todo, POLICÍA, ADJETIVO. Pero Porumboiu ya asomó por Cannes hace diez años con su ópera prima, un cortometraje de apenas veinte minutos capaz de sintetizar, en la dudosa epopeya de dos monigotes fácticos, el tremebundo estado social y político de un país incapaz de sustraerse a las infecciones de su pasado. CALATORIE LA ORAS (UN VIAJE A LA CIUDAD) lo podría haber filmado perfectamente Berlanga hace sesenta años, y es que esta Rumanía contiene mucho de aquella España, mal que nos pese, mucho peor que la de ahora. La premisa es simple: en un pueblito, el apocado maestro y el chófer (hombreparatodo, más bien) del alcalde deben ir a recoger un váter y un ordenador... Como lo oyen, y si les cuento un poco más me cargo la gracia; pero añadiré que en el corto viaje no sólo veremos el grado de corrupción y miseria que puede albergar una población, sino la imposibilidad de cualquier intento de cambio y/o denuncia. Ello queda de manifiesto en la constante y absurda lucha dialéctica entre el maestro, asombrado anta cada falacia que se le presenta, y el chófer, ignorante, feliz, sumiso y... un cabrón con todas las letras... Políticos hasta en la sopa, que diría otro...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!