sábado, 5 de julio de 2014
Rodar pese a todo
IRMA VEP, de Olivier Assayas, me parece una película admirable en cualquier sentido. Por su valentía y oportunidad al rescatar el poderoso icono del hipnótico serial de Louis Feuillade e incrustarlo en mitad de una trama apasionante que no es otra cosa que los múltiples vaivenes de un equipo cualquiera de rodaje para poder llevar a buen término un proyecto. Éste es tan descabellado como fascinante: el director (Jean-Pierre Léaud) está obsesionado con actualizar LES VAMPIRES, pero sólo le falta encontrar a su Musidora; cuando el equipo recibe la noticia de que será (en sus palabras porque sólo puede ser ella) la actriz asiática Maggie Cheung, será imposible conciliar a todas las partes, incapaces de ponerse de acuerdo ante una decisión tan controvertida. Pero vayamos un paso más allá. La encargada de vestuario no cree en la película, pero cae rendida ante los encantos de la actriz principal, así que se involucrará de tal manera que la asistente la delatará ante el resto del equipo; el director, tras una crisis nerviosa y una terrible discusión con su mujer, se retira del rodaje y luego desaparece, es sustituido por otro director, con problemas financieros, que propondrá despedir a Cheung y dar el rol protagonista a la actriz secundaria. Y si se preguntan qué es el folletín, puede que encuentren más de ello en la intrahistoria ideada por Assayas que en el propio guion "feuilladiano"; los integrantes de un equipo de rodaje parecen transfigurarse en los propios "vampiros", con sus envidias, sus odios y filiaciones, todo un microverso tan sometido a cambios de temperatura, que parece imposible realizar el más mínimo intento de concreción por su parte. Entonces, en una genial secuencia, Maggie Cheung se enfunda el ajustado traje de látex y, poseída ella misma por el espíritu de Musidora, sin actuar pero con un mimetismo feroz, decide asaltar los tejados de París... entrar en habitaciones ajenas... robar joyas... ¡LES VAMPIRES!...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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