lunes, 12 de noviembre de 2012
La honestidad siempre es brutal
Esta semana va a estar dedicada a los mejores documentales que he visto últimamente, los más recomendables; aprovechando un poco la ola de auge que el género está experimentando y resaltando el entusiasmo que provocan unos trabajos que bucean en la realidad para transmitirnos esa otra visión de las cosas al cinéfilo más avisado. Empecemos con uno de 2006 dirigido por el inquieto Stephen Kijak, responsable del más que notable CINEMANIA, y uno de los mejores acercamientos a los Rolling Stones, filmado hace apenas un par de años. Sin embargo, me aventuro a pronosticar que si Kijak ha de ser recordado en un futuro por algún trabajo, posiblemente lo sea por este SCOTT WALKER: 30 CENTURY MAN. Primero por el buen pulso que el realizador demuestra a la hora de conciliar aspectos tan distantes como un pasado del que el propio artista reniega y un presente que de hermético no ha hecho más que agrandar la leyenda de este artista absolutamente único en su especie. Walker fue una auténtica conmoción en los sesenta formando parte de los legendarios Walker Brothers; al poco tiempo inició su andadura en solitario, pero nunca comulgó con las imposiciones de los sellos discográficos. Culto, sensible y con un pie en Jacques Brel y otro en las vanguardias neoyorquinas, publicó una serie de discos cada vez más oscuros e introspectivos, hasta que quedó sumido en el ostracismo a mediados de los setenta y tocar fondo en su incomprendido regreso en los ochenta. Silencio. Pero el artista resurge, impulsado por el sello 4AD (sí, el que descubrió a los Pixies) y recibe el apoyo y libertad necesarios para la que es su etapa más interesante. El documental registra todo esto con una pulcritud y precisión diáfanos, con un punto muy positivo y otro más bien para olvidar. Por un lado (y es algo habitual en este tipo de cine) los "invitados" no es que aporten poco, sino que, siendo coherentes ¿qué demonios tienen que ver Sting, Damon Albarn y ni siquiera David Bowie con un artista totalmente fuera del circuito comercial y que ha cimentado su reputación a base de no venderse con las productoras? Esto es ciertamente irritante, y más en un documental tan logrado como éste, que nos da la oportunidad única de acercarnos a un hombre singular y que no concede entrevistas ni tiene una vida social destacada. Aquí el punto fuerte, pues Walker, en las distancias cortas, es un interlocutor elocuente, amable y con un discurso interesantísimo y sin pelos en la lengua ¿Puede haber sentido del humor en unas sesiones de grabación que incluyen espinazos de vacuno y cajas negras de resonancia?... Vean este documental y compruébenlo de primera mano.
Saludos del siglo XXI.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
4 comentarios:
Me gusta el género documental; de vez en cuando se descubren auténticas joyitas. Estaremos atentos esta semana. Por cierto, espero su propuesta para el último cuadro musicado ;)
PD: Pedazo de cabecera, amigo.
¡Qué precioso cartel de "M"! ¿Quién es el autor?
Parece interesante este documental, por lo visto este músico es tan misterioso e inaccesible como Zandek. Siempre me pregunto porqué los documentales que han ganado óscars luego no se estrenan en los cines, con suerte pasa alguno directamente a DVD. Saludos. Borgo.
Por partes.
A lo del cuadro voy ahora mismo, sin tardanza. Luego, Walker no es tan místico, su música sí lo es, pero en las distancias cortas es un tipo de lo más campechano; lo que pasa (y esto es parte fundamental del documental) es que tuvo sobredosis de éxito y no logró asimilarlo, así que decidió pasar de ser una estrella a ser una especie de ermitaño. Un tipo especial, desde luego.
El género documental está ahora mismo en uno de sus mejores momentos, lo cual no significa que logre vencer la penuria de la distribución, porque ese es otro cantar...
Joder, se me olvidaba. No sé quién es el autor del cartel; lo vi por casualidad en una entrada del blog de la página de Filmin. Será cuestión de investigar...
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