jueves, 29 de noviembre de 2012

A golpes con la vida



Nunca fue un director suficientemente reconocido, y hay quien confunde los términos al referirse a su actividad como cantautor, pero se impone la lógica de los resultados cuando uno se enfrenta a la compacta, escueta, obra de Leonardo Favio, que también nos dejó a principios de este mes. Y no se me ocurre otro título mejor para homenajearle que GATICA, EL MONO, una sudorosa y resollante parábola, encarnada en aquel inasible boxeador argentino (el oficial del peronismo), del fin de un momento en la historia del país de los tangos, pero también de los rencores, y de los damnificados. Y José María Gatica, pobre, analfabeto, inconsciente, un perro apaleado de los muelles al que ningún puñetazo le borró la sonrisa de quien engulle la vida, bien pudo ser, sin saberlo, un mártir loco, un bufón o un suicida bailongo. Favio lo filma en una oscuridad inquietante, donde los focos ciegan a un público inexistente, sólo una marea de gritos, "una leonera" que alza al mono ("el mono, los cojones", rumia constantemente) ensangrentado delante de un vaivén de banderas, tal que luego haría con Maradona, por poner un ejemplo que cualquiera entiende. Así, cualquier conato hagiográfico queda descartado para terminar conformando un retrato expresionista de una derrota, la de un boxeador que apenas perdió una decena de combates en un total de casi cien, pero sobre todo la de esa facción nacional, que también cayó a golpes. Mención especial merece su protagonista, un Edgardo Nieva excesivo, enternecedoramente monstruoso; un ídolo siempre a punto de caer, este Gatica, que no sólo sacó de un largo ostracismo a Favia, sino que lo puso en el disparadero internacional como un director de mirada insobornable y decididamente personal. Su filmografía, a descubrir, queda ahora a la estela de su repentina desaparición.
Saludos sin tirar la toalla.


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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!