La maestría de Steven Spielberg se demuestra en los pequeños detalles, normas incidentales que se convierten en un nuevo tipo de escritura cinematográfica. Y pese a sus muchos e inevitables altibajos, THE FABELMANS está trufada de estos momentos que llegan a rozar la magia. Se llama dominar tu oficio para que todo fluya con naturalidad, y se llama calibrar los aspectos sin que llegue a notarse. Por ejemplo, ya muy al final, Spielberg se recrea en un sencillo giro de 360º, tan sólo para mostrar sin palabras qué vamos a ver a continuación. La anécdota es real, y fue momento decisivo que le marcó para dedicarse definitivamente a ello, porque no todos los días se encuentra uno con el mejor director de cine de la Historia. Hay algunos más, todos relacionados con el cine como materia, el cine como espejo de nosotros, el cine como suspensor infalible de la incredulidad. Si hay algo que realmente merece la pena en esta extraordinaria película, no termina de parecerme que esté exactamente en el carácter autobiográfico, que para él debe haber sido casi exorcizante. No, porque más allá del sentido homenaje a su familia, con todos sus problemas y superaciones, lo que hará grande a THE FABELMANS dentro de unos años, puede que cuando su autor ya no esté entre nosotros, será la generosidad de un maestro al desvelar su secreto, o por qué el mundo y la vida cobran una nueva dimensión al ser filmados. Está todo ahí, pero sólo unos cuantos logran verlo adecuadamente. Y como dijo Ford, no hay nada que importe en el cuadro, sólo en qué lugar se sitúa el horizonte...
Hermosa, y dolorosa, y gozosa, y otras muchas cosas más que son ya como de la familia...
Saludos.
1 comentario:
Por el momento, lo mejor que he visto en este año (y también en estos dos últimos años).
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