La actriz y directora Sarah Polley ganó el oscar al mejor guion adaptado con WOMEN TALKING, donde trasladaba a la pantalla la hermética novela de Miriam Toews, en un trabajo de coguionización. La película, excepto en lo cuidado de su puesta en escena, donde es capaz de dar cabida (y voz) a un extenso reparto coral, se queda a medias de casi todo lo demás. No termino de entender ese fuera de campo tan descompensado, pues debemos estar exhaustivamente atentos a cualquier detalle de cada frase, pero esto no necesariamente va a hacer avanzar una narración, por otra parte, incomprensiblemente mortecina, por mucho que el argumento sea escabroso hasta límites insospechados. Y entiendo quien se haya sentido entusiasmado con esta opción, le de relegar el horror a un relato que vamos deshilvanando de las palabras que oímos. Toews, criada en una colonia menonita (de hecho, protagonizó LUZ SILENCIOSA, de Reygadas), nos narra las múltiples agresiones, tanto violentas como sexuales, que este grupo de mujeres sufre casi a diario. A través de atropelladas asambleas, nos enteramos de la endogamia, la pederastia, e incluso horrores aún mayores, que dan cuenta de un fanatismo rayano en la locura criminal. La supuesta ironía reside en que la mayoría de los debates simplemente sirven para que estas mujeres decidan si deben perdonar o no a sus hombres, denunciarlos o entregarse como siempre se supone que han hecho. E insisto, se me queda corto el film por estático, tanto como por no saber (o no poder) externalizar la rabia acumulada, la resignación callada o un lejano rumor de venganza.
Correcta, sin más.
Saludos.
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