THE ROARING TWENTIES supone el ejemplo perfecto sobre cómo afrontar el cine de gangsters, sobre todo desde una perspectiva semántica, que le confiere un carácter rotundo y reconocible. A ello ayuda el impresionante tándem formado por Humphrey Bogart y James Cagney, y en especial este último, dando vida a un personaje complejo y atormentado, desde luego no un típico gangster. El film se abre en la WWI, donde tres soldados deciden cómo retomar sus vidas tras el fin de la guerra. La prohibición del acohol, la escasez del empleo y una devastadora crisis económica les deparan caminos diferentes. El primero logra establecerse con un modesto empleo, mientras que el personaje interpretado por Cagney es sistemáticamente rechazado, optando por convertirse en traficante de alcohol ilegal, llegando a ser un potentado. Sin embargo, tres acontecimientos le harán caer a lo más bajo: el reencuentro con su amigo (Bogart), con el que iniciará una relación ya directamente gangsteril; el rechazo sistemático de la joven cantante de la que está perdidamente enamorado; y por supuesto el crack del 29, que acabará por convertirlo en un alcohólico que sobrevive gracias a la caridad de su socia y amiga. El film es un carrusel que va a toda velocidad, y sirve como gran muestrario de las trampas que la vida tiende a quien demuestre un mínimo de lealtad y humanidad, disponiendo del éxito sólo para quienes carezcan de escrúpulos.
A más de 80 años de su estreno, se mantiene igual de fresca y emotiva, y es un placer volver a encontrarse con esta joya de un cine negro que pugnaba por salir de cualquier estereotipo. La escena final, mil veces copiada, es historia del séptimo arte.
Obra maestra.
Saludos.
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