Algo me trastornaba. No haber visto todavía el atrevimiento de Cronenberg, llevar a la pantalla THE NAKED LUNCH, el inadaptable laberinto creado por Burroughs a modo de exorcismo impenitente. Y hay que hacer varias advertencias, de la película y de la novela. La primera no es la segunda, sino el intento de taponar el chorro verbal de ésta, buscar una ubicación tangible donde no existe más que el deseo de escribir, de explicar a quien no siente ese deseo que la vena queda rajada para siempre. Ésta es una narración que sólo tiene sentido en la ficción más pura, la que se despoja de lo terrenal para abrazar lo puramente sensorial. No me extraña, por tanto, que no la hayan entendido; pero Cronenberg, incluso entendiéndola muy bien, tampoco podía adaptarla, sólo adaptar su propia mirada con ayuda de esta biblia apócrifa. El protagonista es un escritor que no quiere ser escritor, o que no sabe que sólo sabe escribir, que no sabe vivir en el mundo de los que escriben, no quiere. Él quiere las drogas, el abandono del cuerpo, y transmuta las máquinas de escribir en seres tristemente piadosos, insectos con cuyo exterminio creía ganarse la vida, cuando le hacían señas para que introdujese las manos en su abdomen mágico y lleno de palabras. Es la historia del yonqui, y si nunca lo han sido no lo entenderán; es la maldición del escritor, que teme explicitar lo que ya sabe, ingresar a esa "Interzona" donde escriben funcionarios sin talento. Y ahora, después de 30 años, justo el tiempo en que leí aquella novela de la que no entendía una palabra, lo veo claro. El mensaje encriptado de Burroughs se hace carne en la mejor y más inclasificable película de Cronenberg...
Saludos.
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