De la unidad, del todo de las partes, o de la locura de "reemplazar" al otro. Sobre esos intangibles es desde donde, a mi modo de ver, debe enfrentarse DEAD RINGERS, una película mucho más sutil de lo que parece, y que transcurre en un territorio ambiguo y desolado, el de la psique de dos hermanos gemelos, iguales pero diferentes, y que se repudian tanto como se necesitan. Y eso que el guion, escrito por Cronenberg y Norman Snider, partía de una novela bastante normalita de la escritora de horror y misterio Bari Wood, que abundaba más en lo truculento, y que aquí se torna más piadoso, por mucho que estemos ante un vertiginoso descenso a la auto destrucción. El film cuenta la vida de dos hermanos gemelos, convertidos en reputados médicos ginecólogos, y que han construido su vida prácticamente compartiéndolo todo. Viven juntos, dirigen la misma clínica, e incluso acuerdan un perverso juego, mediante el que Elliot, más abierto y encantador, es quien ejerce de seductor, mientras que Beverly, brillante pero retraído, se hace pasar más tarde por su propio hermano, haciendo creer a las mujeres que son la misma persona. Pero todo se tuerce al conocer a una famosa actriz que acude a su clínica, y con la que Beverly queda fascinado, ya que posee una rarísima matriz triple. Con un portentoso trabajo de Jeremy Irons, Cronenberg nos sumerge en el decadente espectáculo de estos dos hermanos, y de cómo su estrella va apagándose a medida que sus mentiras y frivolidades van quedando al descubierto, acentuado por el resquebrajamiento mental de Beverly, poco a poco convertido en un drogadicto y sumido en una crisis de identidad, incapaz de saber quién es realmente.
Una película no tan evidente como cabría esperar del director canadiense, y que ya iba despejando su posterior vertiente, más reflexiva y analítica.
Saludos.
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