Este año, aunque puede que me equivoque, la favorita para ganar el oscar en el apartado de habla no inglesa es DRUK, último trabajo del danés Thomas Vinterberg, viejo conocido por estos lares, que intenta reverdecer laureles con esta irregular oda al borrachinismo. Sí, llamémoslo borrachinismo, en tanto que me parece una mirada poco rigurosa al noble arte de beber alcohol, y que apenas logra salvar el buen oficio del responsable de la enorme CELEBRACIÓN, y de un puñado de actores que logran transmitir afecto y camaradería, incluso con un guion tan gélido y desagradecido como éste. Ganará, supongo, por algunas escenas muy bien filmadas, pero no por lo que significan. Es decir, que (sin querer hacer un obvio juego de palabras) el dogmatismo asoma por cada escena, derrumbando cualquier esperanza de sumergirnos en ese lado oscuro del que Vinterberg hace ya mucho que renegó, y que deja este film como un FULL MONTY más pesimista y, evidentemente, de coreografías aún más desarticuladas. Deja una sensación extraña, como un vino peleón que nos han vendido como gran reserva; tiene un ritmo aceptable y momentos de buen cine, pero inmediatamente caes en la cuenta de que el guion parece una regla de manual, y que cualquier motivo valdría para su desarrollo. Esta vez es el alcohol y sus consecuencias, con motivaciones excesivamente estrambóticas y hasta vicarias.
Entonces ves a Mads Mikkelsen rodeado de ostras y champagne, y piensas en aquello de la apropiación indebida. Ustedes saben...
Saludos.
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