martes, 26 de enero de 2021

Por un puñado de monedas


 

¿Calderilla o pastón? He ahí el dilema. 30 MONEDAS ha sido el gran acontecimiento de las series españolas, y su eco reverberará durante algún tiempo, por mucho que Álex de la Iglesia no invente nada que no haya hecho otro antes, y mucho menos que no haya hecho él. Concebida a modo de EL DÍA DE LA BESTIA expandida, el director vasco no engaña a nadie, porque su estilo es su estilo, y normalmente suele hacer el cine que a él le gusta hacer. Además, por lo visto, conecta con el público y no queda en una sesión malsana para frikis; a lo mejor todos llevamos dentro un disfrutón palomitero, y este señor nos saca de dentro el chaval que no se preocupaba de cosas tan sobrevaloradas como la verosimilitud o la coherencia narrativa. Es así. 30 MONEDAS tiene momentos espléndidos, cruzando a Berlanga con Joe Dante, a Miura con Stephen King; costumbrismo encriptado en una narración demencial, el anticristo de visita en un pueblecito de Segovia, o Eduard Fernández (con demasiadas prótesis) pidiendo un cuarto de jamón de York mientras narra el plan divino tras la estocada de Longinos y la traición de Judas. A lo largo de sus ocho episodios, el guion se dispersa, resurge, impacta, aburre... Todo en pos de lo que más le importa a de la Iglesia, que es el espectáculo. Queda meridianamente claro en el primer episodio, que ya podría haber dado para un largo, donde destaca el epatante retrato del padre Vergara, mientras sacude un saco de boxeo, aunque, insisto, las intenciones son otras. Las intenciones son traer por los pelos a los improvisados héroe y heroína, el alelado alcalde (Miguel Ángel Silvestre) y una veterinaria (Megan Montaner, en el papel más incomprensible que uno pueda imaginar). A de la Iglesia no le basta con crear misterio e incertidumbre, sino que te sacará una araña gigante, y no le preguntes por qué, porque aquí viajas de Segovia a Israel o a París, aunque sólo sea para justificar gastos, que la HBO es generosa con los generosos. Es decir, que como espectáculo pirotécnico cumple pero es previsible; mientras que Jorge Guerricaechevarría pugna por dar lustre a algunos diálogos descacharrantes, los que aflorarían si CRÓNICAS DE UN PUEBLO se diera de bruces con EL EXORCISTA. Lo mejor, no hay duda, es el trabajo de algunos actores, porque Fernández está muy bien, pero también su antagonista, un inquietante Manolo Solo. Lo peor, aparte de la pirotecnia, es la arbitrariedad del desarrollo, desconcertante y tendente al despiste involuntario... Ah, y el melodrama de Macarena Gómez, claro...
Se me olvidaba. Absolutamente magistral la cabecera, a ritmo de una maravillosa partitura a golpe de marcha cofrade, obra de Roque Baños.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!