domingo, 31 de enero de 2021

Rincón del freak #441: El mono con la máquina de escribir


 

Me imagino a aquel joven Alfred Hichcock ante las infinitas posibilidades del montaje sonoro, pero con la incredulidad de los productores tras escuchar lo que estaba dispuesto a hacer junto a Alma Reville. Hay más ejemplos, pero uno de los más claros se encuentra en NUMBER SEVENTEEN, o cómo pasarse por el forro todas las convenciones acerca de hacer una película en 1932. Por un momento podríamos creer que estamos en un film de Buñuel, o adelantar casi 50 años al primer David Lynch, aunque es mejor explicarlo desde el principio. Un hombre persigue su sombrero en una ventisca, éste se para ante una destartalada casa abandonada, pero una luz en su interior le obliga a entrar por una puerta abierta, subir una quejumbrosa escalera y hacer un hallazgo insólito. Arriba hay un un hombre muerto y otro que jura no haberlo matado. Mientras departen, una chica cae desde una claraboya por la que gateaba. Después, cómo no, el muerto desaparece y llaman al timbre; extraño porque es medianoche, pero aún más lo son los tres individuos en el umbral, que dicen venir a alquilar la casa. Todos poseen unas tarjetas donde está la dirección, una franja horaria y un número en común: el 17. 
Podría ser un folletín más, adaptado de la obra original de Jefferson Farjeon, con sus equívocos, intrigas, malos chungos y damas dispuestas a ser rescatadas. En lugar de ello, Hitchcock tira de psicodelia (¡en 1932, insisto!), sincopa el montaje, roza el absurdo en los motivos de todos y cada uno de los personajes que se van amontonando tras la promesa de un carísimo collar de diamantes. Y por si fuera poco, detona el desenlace, haciéndolo saltar por los aires, en una inenarrable persecución que incluye maquetas de tren, maquetas de autobuses, maquetas de coches, maquetas de barcos y primeros planos de gente gritando... Mi recomendación, si no tienen los alucinógenos adecuados, es que la vean sobre las cuatro de la madrugada, el efecto es el mismo...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!