jueves, 27 de diciembre de 2018

Clément de pleno #15



PARIS BRÛLE-T-IL? ha llegado hasta nuestros días como una obra desmesurada, adorablemente maniquea a veces, un monstruo en el que cabe casi todo, hasta un reparto de los más impresionantes que se recuerdan en una producción europea, y del que me reservo decir nombres por temor a estar aquí hasta mañana. Sin embargo, merece la pena revisarla con calma y detenimiento, porque René Clément nunca fue un obediente artesano al servicio de las productoras, y en las casi tres horas que dura el film hay multitud de joyas escondidas, y que el buen observador debe atribuir al talento creador de su director. Es, por raro que suene, una precursora directa del cine bélico de autor (sea eso lo que sea), que décadas más tarde ya nos resulta tan familiar, y hasta su guion modifica notablemente las intenciones de la novela en la que se basa. No olvidemos que este fue uno de los primero trabajos serios de un joven Francis Ford Coppola, y que a su lado estaba nada menos que el siempre controvertido Gore Vidal, que se cuidó mucho de no idealizar ni a los ocupantes nazis ni a los aliados, exponiendo con claridad las razones (e incluso las sinrazones) de sus actos. Es un clásico muy poco clásico, con escenas magistrales que se han copiado hasta la saciedad, como la del tren a Buchenwald, una banda sonora maravillosa a cargo del gran Maurice Jarre y un uso del archivo simplemente impagable. Merece la pena incluso cincuenta años después.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!