miércoles, 27 de diciembre de 2017

Pimpampum desopilante



No sé si me termina de gustar el cineasta en el que se está convirtiendo Ben Wheatley, pero debo reconocer que al menos está poniendo todo de su parte para no repetirse innecesaria y confortablemente. FREE FIRE tiene algunas de las constantes más reconocibles de su cine, como los mordaces diálogos, la atenta disección de los personajes, su lunático sentido del humor o un interesante empleo de la temporalidad, que disloca el tiempo hasta el límite que sus actores puedan darle. En este caso, Wheatley concibe la película como un álbum conceptual, con su arranque meticulosamente articulado, su enorme e inabarcable suite y una coda que busca la complicidad del espectador tras un tiroteo que se alarga durante hora y media. Desconozco si algún director puede decir lo mismo, pero es que realmente se trata de un tiroteo de hora y media entre al menos una docena de personajes; algunos mejor escritos que otros (de lo que se beneficia el actor), pero siempre al servicio de lo que se va contando, que no es otra cosa que gente parapetándose y disparando. Aunque el germen de este "infierno desatado" es tan disparatado que puede inducir a la desconfianza. La adquisición de un arsenal de armas en el Boston de 1978 por parte de unos irlandeses da paso a un hecho lo suficientemente banal como para que todo el mundo pierda la cabeza justo cuando el trato está hecho, y en sus exabruptos y veleidades argumentales es precisamente donde radica el encanto de esta pieza de orfebrería en absoluto agradecida, ya que estira sus noventa minutos hasta límites insospechados. Y en mitad del tiroteo, con la gran aportación del score de Geoff Barrow y Ben Salisbury y un tema bien traído de John Denver, están sobresalientes Cillian Murphy, Sam Riley, Jack Reynor y (cómo no) el gran Michael Smiley, mientras que pierden fuelle unos desinflados Armie Hammer (que no pega ni con cola), Sharlto Copley (que no debería seguir haciendo el mismo papel siempre) o una desconocida y ojiplática Brie Larson, que tampoco encuentra su lugar entre el polvo y las balas. No sé, parece como cuando esos jugadores brasileños de dibujos animados son transferidos a Europa y se les va la magia al notar el frío; desconozco si Ben Wheatley está de alguna manera ultimando su reconversión a cineasta norteamericano, pero nos va a costar asimilar que así sea. De todas formas, su padrino ha sido un tal Martin Scorsese... Seguiremos atentos.
Saludos.

2 comentarios:

Jimmy FDZ dijo...

Ciertamente es una película muy entretenida que ofrece noventa excelentes minutos de violencia. Al menos se puede decir que el Wheatley "comercial" sigue manteniendo su necesaria mala leche; a lo mejor los de Hollywood y los de Sundance aprenden un poco de él al respecto.
Ahora se supone que estrena una de ciencia ficción donde Alicia Vikander dispara a cangrejos gigantes. Un tipo algo indescifrable, ¿eh?
Saludos.

dvd dijo...

Es un director diferente haciendo las mismas películas de siempre. No ha vuelto a tener la frescura de sus primeros trabajos, pero yo sigo teniendo confianza en su capacidad alucinatoria y transgresora, aunque no sé si la aventura americana es lo que más le conviene...
Un saludo.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!