miércoles, 6 de diciembre de 2017
Los cineastas del paréntesis #1
El verdadero acontecimiento este año en el SEFF, a mi juicio, no lo supuso ningún nuevo descubrimiento, aunque bien podría decirse que para la mayor parte del público sí sea la primera vez que se enfrentaban a la obra de dos cineastas tan fundamentales como poco conocidos. El cine de António Reis y Margarida Cordeiro, prácticamente reducido a cuatro películas entre 1974 y 1989 (Reis falleció en 1991), es muchas cosas y una sola, es sencillo en lo formal pero extremadamente complejo en lo conceptual, y no se debe caer en la tentación de incluirlo en el documental, pues trascienden el mero género y casi podríamos afirmar que fundan un nuevo género, una apabullante mezcla de reflexión filosófica, disección antropológica y un aliento poético que hace temblar de emoción sus imágenes, que por un momento parecen salidas de un mundo paralelo, el que sólo recoge la retina del poeta... o el loco. Y es la locura el tema principal de JAIME, la primera obra filmada por Reis (sin la colaboración de su esposa), que se acerca (en realidad se zambulle) en la historia de Jaime Fernandes, un humilde labrador, natural de Covilha, que en 1938 fue radicalmente apartado del mundo al serle diagnosticada esquizofrenia paranoide, por lo que fue internado en el psiquiátrico Miguel Bombarda hasta su muerte, en 1969. Hasta aquí, un cineasta al uso indagaría en motivos prácticos, pero Reis prefiere constreñir el trazo biográfico a estas escasas líneas y la voz en off de su esposa, Evangelina. En realidad, los poco más de treinta minutos de JAIME están dedicados al suave y respetuoso escudriñamiento del psiquiátrico y sus fantasmales habitantes, para contrapuntearlo con los dibujos que Fernandes realizó compulsivamente en sus últimos cuatro años de vida, cuando jamás se le conoció actividad artística alguna. Entre el retrato psicológico (aunque nunca psicologista) y el rechazo a la enfermedad como "anormalidad", la propuesta de Reis tiene algo de espejo compasivo, que sabe de la dificultad y las trampas que provienen de la excepcionalidad; por ello el valor de presentar un lugar aparentemente hostil y acariciarlo, por ejemplo, con la voz de Louis Armstrong, para ver con ojos más compasivos el abismo cotidiano de los que fueron apartados de lo que quizá sea la normalidad.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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