miércoles, 31 de marzo de 2010

El mono número doce

Reconozco que ha sido más la "pasión" ajena la que me ha llevado a revisar por tercera vez BRAZIL, el delirante exceso que Terry Gilliam puso en imágenes hace ya veinticinco años. La primera era demasiado joven y no me enteré de nada; mi viejo la trajo de un videoclub en formato Beta junto a NETWORK, LORD OF THE RINGS (la de Bakshi) y una porno de entonces... La segunda, ya con unos veinte años, más o menos, me quedé como un tronco en cuanto vi las nubes y el Ícaro salir de esa especie de archivador que es un edificio. Esta vez ha sido otra cosa. Más o menos me he dado cuenta del amor que Gilliam le tiene a las lentes abiertas, los tubos de goma, los enanos, las bombas sin venir a cuento y las cosas que salen del suelo a lo bestia... Gilliam es Gilliam, y ésta puede que sea su mejor película. Con cosas de JABBERWOCKY y THE MEANING OF LIFE; y adelantando lo que luego intentó refinar en THE ADVENTURES OF BARON MÜNCHAUSEN, THE FISHER KING, la reciente THE IMAGINARIUM OF DOCTOR PARNASSUS, pero sobre todo 12 MONKEYS, el ex Monty Python coge un poco de Kafka y su laberinto burocrático, entremezcla una extraña historia de amor onírica y la salpica con su habitual audacia a la hora de denunciar los desmanes de la era tecnológica, como si no debiéramos haber traspasado el medievo. Y es su mejor película porque aunque Gilliam sea un director preocupantemente ciclotímico, es en BRAZIL donde el exceso está plenamente justificado y la historia de ese gris burócrata, aplastado por el sistema, que encuentra la redención en el amor de una camionera y la amistad de un fontanero terrorista con la cara de deNiro. Hay humor, amor, acción, samuráis gigantes, operaciones estéticas, maquetas como dios manda y muchos pero que muchos tubos de plástico. Y hay algo que a Gilliam le suele faltar: alma. Porque esta historia nos avisa, sobre todo, de que no se puede escapar a la máquina, muy bien reflejado en un descorazonador y tristísimo final que los yanquis se encargaron de adulterar convenientemente (menuda alegoría) y cuyo estrambótico periplo es explicado en el documental THE BATTLE OF BRAZIL, que recomiendo ver junto con el film... Ah, y también sale un actor terriblemente desaprovechado y que atiende al nombre de Jonathan Pryce.
Saludos de Janeiro...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca me he podido tragar Brazil, es deprimenteeeeeeeeeee. Mi hermano es muy fan, pero claro, es que el adora hasta las pelis japonesas en blanco y negro con subtitulos...

dvd dijo...

Yo me divertí bastante, le cogí "el punto", pero el final te deja hecho polvo... pobrecillo...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!