sábado, 6 de marzo de 2010

80 años no son nada

El otro día estuve pensando en METROPOLIS y llegué a la misma conclusión a la que llego siempre, que no la entiendo, pero que me encanta; que me subyuga y eleva, y me hace mejor persona y más inteligente, pero que mi pequeña nuez no es capaz de penetrar en su infinitud de recovecos morfológicos a propósito de la puesta al día de la estupidez humana, esa que nadie discute.
Fritz Lang vistió su aterrador pesimismo con desfiles marciales que derivan en las momias andantes del nuevo milenio; no hay ninguna duda ni media tinta acerca de lo que se expone en imágenes: el hombre es un lobo para el hombre cuando pierde la perspectiva de sus sentimientos y considera al prójimo como un mero instrumento. Lo que no alcanzo a comprender jamás es un mero problema heurístico: ¿Cómo es posible asistir al horror, la deshumanización, el declive del hombre en pos del autómata, sin mirarnos a nosotros mismos? Nosotros, los que creemos estar fuera del alcance del holocausto totalitario, no somos más que espectadores confortables de una "película", un cuento fuera de toda mitología e inmerso en lo que algunos filósofos (probablemente Hume, sobre todo) tildaron de nueva modernidad, que no es más que el refinamiento de la barbarie, nunca su erradicación.
Así las cosas, METROPOLIS no es tanto un explosivo alegato futurista como una contundente advertencia que, recordemos, se hizo realidad en poco tiempo. Alabamos su arquitectura, su imaginación visual, sus hallazgos cinematográficos, pero nunca olvidemos lo que Lang dejó para la historia, porque ya sabemos qué pasa si olvidamos nuestros errores.
Sí, hablamos de una de las cimas del séptimo arte, una de esas contadas obras que se resisten a perder vigencia por muchos años que pasen; el cómo debamos abordar su terrible discurso es algo que le toca dirimir a cada uno con su propia conciencia. Charlar con nosotros mismos siempre nos ha dado auténtico pavor.
Saludos metropolitanos.

4 comentarios:

Groupiedej dijo...

Pues menos mal que no la entiendes...
Yo llegué a mis conclusiones (sabes que me pone intentar desentrañar los misterios de la humanidad, como Brazil) pero me las reservo para mi... hasta que las publique en el blog, claro está.
Eso sí, no se diferencian mucho de las tuyas...

Ave dijo...

Qué buenísima reflexión.

"Nosotros, los que creemos estar fuera del alcance del holocausto totalitario, no somos más que espectadores confortables de una "película"

Es un poco el mismo problema que se plantea con la representación de la Shoah (por cierto, patético lo de Scorsese en Shutter Island,le presuponía lejos del exhibicionismo asqueroso y melodramático de lo irrepresentable, pero resulta que no). Y también es un poco la paradoja que tan bien plantea el mejor Haneke.

Dr. Quatermass dijo...

Pozí, mu grande Metropolis. No dejaría de ponerle un 10 porque siempre me deja hipnotizado, pero si uno se pone a rascar no deja de encontrar mensajes casposillos, ¿eh? ¿Saldré muy ahostiado si digo que me gusta la versión con música de los 80 que sacaron en su día?

dvd dijo...

Bueno, por partes. Todavía no he visto la de Scorsese, así que ya veremos qué pasa. BRAZIL no tiene por dónde cogerla, pero a mí también me gusta... aunque no haría una tesis doctoral con su argumento, la verdad. Supongo que te refieres al destrozo de Giorgio Moroder ¿no?... Jejeje...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!