miércoles, 27 de septiembre de 2023

Raoul Walsh. Escribir la Historia #50


 

El final de WHITE HEAT podría anticipar el nacimiento de un Joker ¿quién sabe? Todo lo que lo precede contraviene las reglas del manual del guionista aplicado. La renuncia a remarcar como preponderantes los roles del macho dominante, optando por un perfil retorcido y psicótico, y por ello más pelogroso e impredecible. Los responsables de ello son un James Cagney desbocado, como una mezcla imposible entre Pacino y Nicolas Cage; pero sobre todo Virginia Kellogg, la talentosa (y desconocida) escritora, que también fue actriz de tercera fila, y cuyo instinto literario la "obligó" a subvertir cada aspecto de esta violenta y esquizofrénica sinfonía autodestructiva, que más se crece cuanto más parece perder el rumbo. No sabría por dónde empezar, porque el material es inagotable, pero hablaría de la patética relación materno-filial entre Cody Jarrett y su madre (Margaret Wycherly rozando la caracterización de una terrorífica bruja shakespeareana), o una soberbia Virginia Mayo, sublimando a la "rubia tonta" (que Walsh, además, se permite presentar nada menos que roncando), para seguidamente introducir otro elemento genial e inesperado, un topo de mil recursos, interpretado por un no menos colosal Edmond O'Brien. En ese polígono imperfecto y simbionte cabe de todo, desde el síndrome de Estocolmo hasta los apuntes homosexuales, y desde un montaje de cadencia musical (no olvidemos a Max Steiner en pleno apogeo) hasta una fotografía que Sid Hickox parece convertir en cuchillos lumínicos, y que culmina en una escena final que es historia del cine por derecho propio. 
Todos los que han dirigido buen cine negro después han bebido de aquí. Scorsese, Coppola, Tarantino, los Coen y cualquiera que les venga a la mente. Por ello no es cine clásico, y más me parece vanguardia en movimiento. Y por eso es muy posible (aunque sería una afirmación cercana a lo pedante) que amague con ser la cima absoluta de Raoul Walsh, cosa que no debería haber preocupado para nada a quien ya estaba en la cima del mundo...
Redonda como pocas películas lo son. Obra maestra absoluta.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!