Comprometer el cuerpo entero de una película a una decisión formal, no ya es que se encamine irremediablemente a la pedantería, sino que puede desvirtuar cualquier acierto, al mismo tiempo que resalta los defectos gratuitamente. El caso de LA GUERRE DU FEU es paradigmático, porque nos situaba hace 80.000 años, ante una humanidad en sus albores, con la preservación del fuego como necesidad ineludible. Cierto es que el film provenía de una novela de principios del siglo pasado, pero en esta narración sin palabras (reto que su director volvería a retomar algunos años después), la línea entre lo trascendente y lo directamente ridículo es casi imperceptible, y se apoya en una dirección de actores basada en el subrayado de la fisicidad. A destacar el trabajo de Ron Perlman, Everett McGill y una Rae Dawn Chong que se dio a conocer precisamente con este título, tan mítico como desafiante, y cuyo atrevimiento no he vuelto a ver en pantallapor mucho que ahora los mamuts no sean de cartón piedra...
Sigue siendo una experiencia genuinamente fílmica, y aunque se hace un poco pesada una vez hemos acostumbrado nuestra retina a ese pretérito, merece la pena aceptar ese todo o nada.
Saludos.
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